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Deseos de Venganza Cap 18-19-20

gabito

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Oct 7, 2001
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Hola a todos. Perdón por la demora, pero fue algo que no pude evitar. Muchas gracias por la paciencia. Aquí está, finalmente, la conclusión de la historia.





Capítulo XVIII


Alicia y Claudia estaban en la cocina.
- Eso fue grandioso.- Exclamó Alicia, y luego preguntó. -¿En donde encontraste a esa chica?-
- En realidad no la encontré. Es una de las tres detectives que tratan de rescatar a Romina.- Respondió la jefa de la pandilla.
-¿Crees que podrías dejármela por un tiempo?- Preguntó la dueña de casa.
- Por mí, no hay problema. Pero las otras dos, deben estar cerca. No quiero causarte problemas Alicia. Me marcharé de aquí para no implicarte.- Dijo Claudia.
- No te preocupes por eso. Nos encargaremos del asunto. ¿Para qué somos amigas, sino? Ya pensaremos en algo.-
-¿Tienes algún plan?- Preguntó Claudia.
Hubo un momento de silencio mientras Alicia se sentaba a la mesa frente a su amiga, y se disponía a beber su café.
- Si las detectives vienen, seremos cuatro contra tres.- Alicia empezó a decir.
- Cuatro contra cuatro, no te olvides de Romina.- Replicó Claudia.
- Si, tienes razón. Eso no nos da mucha ventaja.- Dijo la dueña de casa. – Así que haré una llamada para pedir algo de ayuda extra. En el sótano tengo todo el equipo que necesitamos. Varios tipos de aparatos de los que nos gusta usar, y un equipo de vídeo.- Dijo Alicia, e hizo una pausa antes de continuar. – Lo único que tenemos que hacer, es grabar unas sesiones de tortura.-
-¿Cuál es la idea?- Inquirió Claudia. – Eso podría hundirnos más.- Concluyó.
-¡Vamos, mujer! Las dos sabemos muy bien lo que se puede lograr con una buena sesión de tortura de cosquillas. Si las hacemos sufrir mucho, iremos a prisión, pero si manejamos las cosas para darles placer, todo cambia.- Afirmó. – Si buscamos el tipo de reacción que tuvo esta chica Daniela, y lo grabamos todo, ¿cómo podrán probar que no estaban aquí voluntariamente?-
Claudia miró a su amiga, meditando acerca de su plan. La cosa podía funcionar. Las dos sabían eso, y también sabían como manejar las cosquillas para obtener determinado tipo de efectos. La práctica se los había hecho sencillo.
- Si, creo que puede funcionar.- Afirmó Claudia. – Funcionó con Daniela esta noche, y ha funcionado antes con Romina. La hemos hecho acabar en mi casa, pero no nos suplicó que continuáramos.-
-¿Buscabas eso, en ese momento?- Preguntó Alicia.
- No realmente, la idea era hacerla sufrir un poco.-
-¡Ahí lo tienes!- Replicó Alicia. – No será difícil tenerlas suplicándonos darles un orgasmo. La Andrea que conocemos, ya lo ha hecho antes.-
- Es verdad. Pero de la otra no sabemos nada.- Claudia volvió a dudar.
- Eso no importa. En todo caso, serían cuatro amigas en busca de una experiencia diferente, y en una de ellas, las cosas no funcionaron. Eso es todo.- Dijo Alicia muy segura de sus palabras. – Pero dejemos todos eso por ahora. Tomemos el auto y vayámonos de parranda a la ciudad. Tendremos tiempo mañana para hacer los arreglos.-




Capítulo XIX


Alicia y Claudia no están en la casa. No hay guardias. Todo está a cargo de Florencia y Eugenia. Después de dejar a Daniela inconsciente en la cama, tuvieron una seria conversación, y decidieron que lo mejor sería huir antes que las cosas se complicaran más con la ley. Mientras tanto, Stella Maris y Andrea consideran que todo está en calma y comienzan a buscar a las chicas. Alicia y Claudia no están en la casa.
-¡Euge, Euge!- Dijo Flor tratando de despertar a su compañera.
-¿Qué... qué ocurre?- Respondió la somnolienta chica.
-¡Arriba! Nos vamos ahora.- Sentenció Florencia con firmeza. – No he podido dormir. He pensado en todo este asunto, y sí nos vamos a ir, no hay mejor momento que el presente.- Agregó.
-¿Qué hora es?-
- Todavía no son las cuatro.- Confirmó. – Claudia y Alicia salieron en el auto y aún no han vuelto. Larguémonos de aquí, ya. Podemos usar la camioneta para volver a la capital. Tengo unas amigas en Brasil a las que pienso hacerles una visita. Me sentiría complacida que vinieras conmigo.- Concluyó Florencia.
Eugenia trató de pensar. Su conciencia no estaba a pleno, pero de todas formas aceptó. Se levantó , fue al baño a lavarse la cara y despejarse. Luego se vistió. Metieron algunas cosas en sus bolsos, se alistaron y bajaron.
-¿A dónde creen que van?- Preguntó Andrea apuntándoles con su arma.
Flor y Euge se quedaron paralizadas. Todo estaba perdido. Su decisión de partir había llegado demasiado tarde.
-¡Por favor, por favor!- Exclamó Eugenia. – Nosotras no queríamos hacer esto. Nos obligaron. ¡Entiendan, por favor!- Dijo suplicando.
Por primera vez, Florencia no objetó la debilidad de su compañera. Stella Maris miró a Andrea, quien no apartó la vista de las secuestradoras.
-¿En dónde están Daniela y Romina?- Interrogó Andrea.
- Están juntas, encerradas en una de las habitaciones del primer piso.- Contestó Florencia. – No les hemos hecho daño. Descansan en este momento.-
-¿Y Claudia?-
- No sabemos. Salió con Alicia antes de la medianoche y no han regresado. Nos dejaron a cargo de todo.- Florencia agregó.
- Creo que entienden que lo que hicieron está fuera de la ley. Pero sin nos ayuga ahora, hablaremos a su favor para que reduzcan los cargos en su contra.- Stella Maris declaró.
-¿Qué quieren que hagamos?- Preguntó Eugenia dispuesta a colaborar en lo que fuera necesario con tal de no ir a prisión.
- Bueno, antes que nada, llévennos con las chicas. Luego queremos que nos ayuden a atrapar a Claudia. Ella es realmente, la que nos interesa.
Sin decir palabra, Eugenia y Florencia asintieron con las cabezas y condujeron a las detectives al piso superior. Euge sollozaba todo el tiempo, mientras que Flor intentaba ocultar sus ganas de hacerlo.
-¡Gracias a Dios que llegaron!- Exclamó Daniela al ver a sus amigas. – No tienen idea de las cosas terribles por las que me han hecho pasar. Debemos atrapar a esas malditas perras.-
Romina se debatía internamente. Parte de ella quería correr aprovechando la oportunidad de salir de allí mientras le fuera posible. Pero no quería que Claudia tuviese la posibilidad de escapar.
- La cosa más sensata de hacer, es recurrir a las autoridades de inmediato, y dejar que la policía se encargue de todo de ahora en más.- Razonó Andrea.
-¡De ninguna manera!- Intervino Romina. – Quiero desquitarme de esa perra en persona. No me interesa hacer ninguna denuncia. Prefiero hacer justicia por mis propias manos. Quiero que esas hijas de puta sufran. ¿Estás conmigo Daniela?- Concluyó mirando a su compañera de penurias.
- Por supuesto. Y estas dos van a ayudarnos, o sufrirán las consecuencias. ¿Cierto?- Dijo dirigiéndose a Eugenia y Florencia, quienes asintieron con sus cabezas al mismo tiempo. – Esto es lo que haremos.




Capítulo XX


Mientras todo esto ocurría, Claudia y Alicia regresaban tras una noche de juerga en la ciudad. Las cosas parecían estar tranquilas en la casa, así que fueron a la cocina por un poco de café sin sospechar que las cosas habían cambiado.
Allí se encontraba Eugenia, quien había preparado el café con un aditivo especial. Para no fastidiar a su jefa, y para no delatarse, dejó a las mujeres solas. Ambas se sirvieron y bebieron despreocupadamente, al tiempo en que comentaban la mala suerte que habían tenido en la noche al no poder encontrar hombres que fuesen suficientemente “dignos” de ellas.

Horas más tarde, despertaron desnudas en la cama de dos plazas de Alicia, boca abajo y con los ojos vendados. Tenían los brazos estirados por encima de las cabezas. Cada una tenía las muñecas atadas juntas y al respaldo de la cama. Sus tobillos estaban de igual forma al otro extremo.
-¿Qué estás haciendo Alicia? Ya no soy la inocente víctima de cosquillas con la que te divertías en la adolescencia.- Dijo Claudia al sentir la proximidad del cuerpo de su amiga sin saber que se encontraba en similares condiciones.
-¡Cierra la boca, estúpida!- Replicó Alicia. – Estoy atada a la cama, y por tus quejas creo que también lo estás.-
- Eso es cierto.- Intervino Romina. – Ahora soy yo quien tiene el control.
-¡Desátanos, pequeña!- Claudia dijo con firmeza. – No sé como has podido hacer esto, pero cuando Eugenia y Florencia se den cuenta, te atraparán y te aseguro que te arrepentirás.-
- No creo que eso sea posible, pues ellas me ayudaron a hacerlo. ¿Verdad chicas?-
-¡Sí!- Respondieron a coro.
- Ahora nos vamos a cobrar todo lo que nos hicieron, y les daremos un poco más como agradecimiento.- Agregó Daniela. – Pues Stella Maris y Andrea están aquí también.-
Stella se sentó sobre la cola de Alicia, y Andrea sobre la de Claudia. Ambas se inclinaron hacia delante, y aferraron los tobillos de sus nuevas prisioneras. Romina batió su lengua sobre el pie derecho de Claudia, haciendo estallar a la mujer. Tras un minuto, se detuvo y miró a Eugenia.
-¡Vamos, anímate!- Dijo. – No tendrás otra oportunidad como esta para desquitarte.-
Eugenia dudó un instante como siempre. Luego, deslizó de arriba abajo las uñas de tres dedos en las plantas de los pies de su jefa. El movimiento era tan lento, que las sensaciones que Claudia recibía fueron creciendo poco a poco. Pasaron de lo escasamente tolerable, a una necesidad incontenible de reír. Las carcajadas fluyeron sin pausa. Romina lo disfrutaba, aunque no interviniera. Gozaba de ver reír y sufrir a su secuestradora. Tenía que cobrárselas. Esa mujer la había torturado y la había obligado a tener una experiencia lésbica que no deseaba.
- ¿Te alcanza con esto, o quieres más?- Dijo Romina inclinándose sobre la cama y usando las uñas para atormentar la parte posterior de las rodilla de Claudia.
-¡No, basta!¡Hahahahaha, hahahahahaha en las piernas hahahahaha no!- Rió desesperada la mujer.
Mientras tanto, Florencia, Stella y Daniela, observaban toda la escena. Alicia esperaba su turno con ansiedad. Las risas, quejidos y lamentos de su amiga la excitaban sobre manera. Calculó que habrían transcurrido más de cinco minutos, y como aún no la habían tocado, comenzó a inquietarse.
-¡Hahahahaha, hahahahaha! ¡No, por favor, hahahaha, me arrepiento, hahahaha, me arrepiento! ¡Basta, por favor, hahahaha no aguanto más!-
Claudia reía y suplicaba. Trataba de quitarse a Andrea de encima, pero sus esfuerzos eran inútiles. Eugenia hurgaba entre los dedos de su pie izquierdo. Al mismo tiempo, Romina le hacía cosquillas en el pie derecho. Claudia enrojecida y cubierta en sudor. Sufría muchísimo, pero sus carcajadas no cesaban. A su lado, Alicia se encendía más y más. Las ganas de que también le hicieran cosquillas a ella, la habían llevado a la excitación sexual, humedeciéndola entre las piernas.
-¡A mi, por favor!- Gritó Alicia casi sin pensar. -¡Háganme cosquillas a mí también... se los suplico! Háganme cosquillas en los pies, y después en todo el cuerpo. ¡Castíguenme, castíguenme!- Rogó.
- De ninguna manera- Sentenció Daniela. – Tu castigo es este. Sabemos que te gusta que te hagan cosquillas. Serás conciente de todo lo que le ocurre a Claudia, sin poder verlo. Imaginarás como los dedos de las chicas se deslizan por las plantas de sus pies, estimulando la piel. Escucharás sus carcajadas y sus lamentos. Sentirás las vibraciones del colchón por las sacudidas de su cuerpo. Pero no te tocaremos.- Continuó Daniela. -¿Qué te parece eso, perra?-
-¡Noooo... tóquenme, tóquenme! ¿No se dan cuenta que Claudia no da más? A mi me pueden hacer cosquillas todo el día y no me quejaré. Es inhumano que me dejen así.- Exclamó Alicia.
Stella salió de encima de Alicia, quien se retorció como pudo intentando estimular su clítoris contra las sábanas inútilmente. Estas muchachas eran más crueles que ella. El tormento que padecía Claudia continuaba, y que la dejaran de lado era lo peor que podían hacerle.
Las cosquillas se detuvieron un instante. El suficiente para que Eugenia apresara juntos los dedos gordos de los pies de Claudia con su mano derecha y deslizara la izquierda con la palma hacia arriba para levantar esos pies por el empeine, sirviéndoselos a Romina. Ésta, hizo correr las yemas de los dedos lentamente sobre las plantas.
-¿Así que te gustan las cosquillas, eh?- Dijo Romina burlándose. -¿También disfrutas siendo la víctima?-
-¡No por favor! ¡En los pies no!- Exclamó Claudia.
Tal vez, los pies de Claudia fueran su parte más cosquillosa. Pero eso no le importaba a Romina. Todo lo que quería era que su secuestradora sufriera, Seguramente, el resto de su cuerpo era igual de sensible, pero decidió no probar para no arriesgarse a que el contacto extra se convirtiera en placer.
-¿Quieres probar Daniela?- Preguntó Romina.
- No. La fiesta es tuya. Disfrútala.- Respondió Daniela.
Y tras esa sugerencia, Romina prosiguió con el castigo, asistida por Eugenia. Un par de horas más tarde, todo concluyó. Las tres detectives desataron a las mujeres, y se marcharon con Romina llevándose con ella a Florencia y Eugenia.


Epílogo


Claudia jadeaba exhausta. Se puso boca arriba para ayudarse a tomar aire. Ni siquiera se quitó la venda de los ojos. A su lado, Alicia se sentó en la cama con una mano entre sus piernas, y tratando de hacer reaccionar a su amiga con la otra.
-¡Claudia, Claudia!- Dijo
- No puedo más, me voy a morir.- Dijo Claudia entre jadeos.
- Hazme cosquillas Claudia. Ya no me aguanto más las ganas.-
-¿Estás loca?- Replicó la mujer. – Después de todo lo que me han hecho, lo único que quiero es dormir.-
- Es que estoy muy caliente.- Comentó Alicia. – Sí no encuentro un alivio, voy a reventar.-
- Ahora no, Alicia. Necesito dormir.-
Alicia se sintió frustrada, pero en ningún momento quitó la mano de su entrepierna.
- Como quieras. Pero si no tocas, te haré cosquillas hasta que aceptes.- Dijo Alicia con firmeza. – Así que volveré a pedírtelo... dentro de tres o cuatro horas.-
Las penurias de Claudia no habían sido nada comparadas con lo que estaba esperando por ella.






Gracias. Gabito
 
Bien gabito, muy buena historia, me gustó. Me imagino que tuviste algunos problemas que no te permitieron publicar los capítulos con la celeridad que hubieses querído, pero de todas formas, el resultado ha sido estupendo, justo como lo esperaba. Espero que te sientas animado para realizar otras historias aquí en el foro, ya tenés un admirador de tu trabajo (aparte de otros más que se han manifestado en otras ocasiones). Gracias por compartir con nosotros 🙂.
 
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