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Deseos de venganza Cap 6-7-8

gabito

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Oct 7, 2001
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Hola a todos. Perdón por el retraso, aquí está la continuación de la historia, pero aún no termina.

Deseos de Venganza


Capítulo VI


Florencia inició el ataque. Tal como lo había hecho con Eugenia, deslizó sus uñas con mucha suavidad. La respuesta que obtuvo fue inmediata. Romina, dejó de lado la idea de ofrecer resistencia, cosa que había probado ser inútil.
-¡Hehehehe ehehehehe! ¡Me haces heehehehehe hehehhhehehe cosquillas!- La cautiva dijo entre risas.
El entusiasmo de Florencia era más que evidente. Una sonrisa malévola se dibujaba en su rostro, y sus ojos verde oscuro, brillaban de gozo, mientras seguía haciéndole cosquillas a su pobre víctima atrapada.
-¡Hehehehe ehehhehehe heheehehehe hehehehehe heheheheh hehehehehehehe! ¡No, no! ¡Hahahaha hahahahaha! ¡Por favor!- Reía Romina mientras su cuerpo no paraba de temblar.
-¡Alto!- Dijo Claudia. -¿Qué esperas Eugenia? ¿Escuchaste lo que dije antes?-
- Si jefa, oí.- Respondió tímidamente la asistente.
-¿Y entonces que estás esperando? Empieza a hacerle cosquillas a Romina, o te pesará. Tu, Florencia, déjala sola por un momento. Quiero ver que tanto puede hacer sola.- Ordenó Claudia.
Eugenia dio un paso al frente, y juntando coraje, apretujó ambos lados de las caderas de la chica.
-¡Ay, ay ayyyyy!- Exclamó sorprendida.
- Hazlo con más ganas.- Dijo su jefa.
Sin más alternativas, puso énfasis en sus acciones. Apretujó las caderas de la prisionera, y obtuvo unas buenas risas de ella, pero no tan fuertes como hubiera deseado Claudia.
-¡Hehehehe ehehehe hehehehe heehee heehee heehee!-
Luego asaltó su vientre, e introdujo el dedo índice de la mano derecha en el ombligo de la chica, sin cesar su ataque sobre sus caderas con la mano izquierda.
- Bien eso me gusta. Te hace falta práctica, pero me gusta.- Claudia la alentó. – Continúa por favor Florencia, quiero que las dos le hagan cosquillas al mismo tiempo. Veamos cuanto resiste.
- Con gusto Claudia.- Exclamó Florencia obedeciendo con sumo placer.
Con dos personas haciéndole cosquillas al mismo tiempo, Romina enloquecía. Jadeaba desesperadamente entre sus risas, en busca del preciado aire que necesitaba.
-¡Basta hehehehehe heehhhehehe hehehehehe hehehhheheh! ¡Basta, basta! ¡Hehehehe hehehe hehehehehe heehehehe!- Reía sin parar.
El cuerpo de Romina empezaba a sentir la fatiga. Las extremidades le dolían. Habían pasado veinte minutos, pero le parecía una eternidad.
-¡Hehehehehe hehehehehee hehehehehehe hehehehehehehehe hehehehehe hehehehe hehehehehe eheheheheh¡- Reía, ya sin poder decir ni siquiera una palabra, eso le quitaba aliento.
A esta altura, Florencia ya estaba completamente segura que debía incorporar las cosquillas a sus juegos sexuales. Su vagina estaba húmeda, y sus pezones endurecidos. “Si tan solo me dejaran diez minutos a solas con esta chica...” Pensaba.
Eugenia había empezado a entender la razón por la que siempre le hacían cosquillas. La sensación de poder que sentía sobre ese cuerpo, le gustaba. Quizás las cosas pudieran empezar a cambiar si solamente se decidía a darse valor.
Claudia, la experta, lo disfrutaba inmensamente. Para ella las cosquillas tenían un erotismo difícil de describir. Se complacía observando sufrir a la muchacha, aunque no participara directamente en la acción, cosa que cambiaría pronto.
Se arrodilló en el suelo para tener mejor acceso a los pies de Romina. Con la mano izquierda, tiró los dedos del pies de la prisionera, echándolos hacia atrás, y utilizó las uñas de su mano libre, para hacerle cosquillas en las plantas. Romina se retorció sobre el potro, y sus risas constantes se convirtieron en agónicas carcajadas.
-¡Nooo, nooo! ¡Hehehehhehehehehheehehe hehhehehehehehe hehehehehehe heheheheheh! ¡Basta hehehehe hehehehehe! ¡Van a hehehehehe matarme heheheheheh! ¡Por favor heheeheheheheh paren heheheheheheh!- Aulló la chica.
Sus súplicas se ignoraron. Claudia se sintió extasiada, Florencia movía sus caderas en un intento de estimular su clítoris hinchado, y Eugenia, lo estaba disfrutando plenamente.
Claudia dejó de presionar los dedos de los pies de Romina, y separó el dedo más pequeño del pie derecho, de los otros cuatro. Metió una uña en ese espacio, y la movió con vigor. El torrente de sensaciones, era demasiado para Romina. En los breves instantes en que podía razonar, creyó que iba a morir.
-¡Hehehehe heheheeheh basta heheheheh! ¡Van hahahahah hehehehe matarme hehehehehehe! ¡Por favor heheehehehe paren hehehehe voy a morir hehehehehehehe! ¡Claudia hehehe por hehehehe dios hehehehehe basta!- Romina alcanzó a suplicar, antes de desmayarse después de más de dos horas de tortura de cosquillas, en las cuales no había tenido ni un momento de descanso.
- Bueno, parece que nuestra amiga aquí, no es muy resistente. Sáquenla del potro, y llévenla a su cuarto. Después suban a la cocina, necesitamos comer algo.- Claudia ordenó, y dejó la habitación.
-¡Vaya, esto sí que me ha calentado! ¿A ti no?- Preguntó Florencia.
- Me gustó hacerle cosquillas, es la primera vez que no soy la víctima. Pero no me excitó sexualmente... si te refieres a eso.- Contestó, siempre con timidez, Eugenia.
- Eres una tonta. Yo estoy muy caliente. ¿Qué dices, me das un alivio?- Exclamó Florencia.
-¿Qué?- Replicó Eugenia sorprendida.
- Olvídalo, has de cuenta que no dije nada.-
Las chicas liberaron a Romina de sus restricciones, y Florencia la cargó sobre su hombro derecho, para llevarla a su cuarto. Eugenia le abría camino.
Luego de dejarla en la cama, y cerrar la puerta con llave, mientras subían las escaleras, Eugenia preguntó:
-¿De veras te excita hacer cosquillas? ¿Te calentaste cuando me hiciste cosquillas anoche? ¿Jugaste con mi cuerpo cuando me desmayé?-
- Son muchas preguntas. Te dije que lo olvidaras.- Dijo Florencia.
- Necesito saber. Me han hecho cosquillas, pero nunca he tenido sexo después. Aunque en realidad, casi siempre me desmayo. Vamos, dime.-
- Sí. Sí. No. Ya te contesté. Ahora olvídalo.- Y entraron a la cocina.
Claudia no estaba, seguramente había salido a almorzar fuera, así que se prepararon algo rápido. No comentaron la experiencia, ni nada referido al secuestro, simplemente conversaron de bueyes perdidos.
Tras lavar la vajilla, y mientras Eugenia la guardaba, Florencia decidió tomar una ducha, pero antes de dejar la cocina hizo un último comentario.
-¿Sabes Eugenia? La próxima vez que te haga cosquillas, sí jugaré contigo. Pero descuida, me encargaré de que estés consciente.- Dijo, y salió.
Eugenia se dio vuelta con ojos desorbitados.


Capítulo VII


-¿Qué tenemos hasta ahora?- Andrea le preguntó a sus compañeras reunidas en la oficina.
- Sabemos que fue secuestrada alrededor de las tres de la tarde, en la Avenida Santa Fe, por dos mujeres jóvenes, de entre 20 y 25 años, y llevada en auto de vidrios polarizados de color rojo, y bastante nuevo.- Relató Daniela.
- No es mucho. Comentó Andrea.
- La nota no pide rescate. Sabemos que es por venganza. Probablemente la maten. Pero el mensaje también dice que van a hacerla sufrir. Eso nos da algún tiempo para encontrarla a salvo.- Dijo Stella Maris. – Las mujeres solemos ser muy vengativas.- Agregó.
- No hay nada más temible que una mujer furiosa.- Agregó Daniela. -¿Y quién es ella?-
- Claudia.- Dijo Andrea.
-¿Es la misma Claudia que conocemos?- Preguntó Stella Maris. -¿La misma que hemos investigado en cuatro oportunidades?
- Sí, la misma. Solo que esta vez se ha pasado de la raya. Esto la llevará a prisión. Y nosotras tenemos que encontrarla.- Afirmó Andrea.
- Muy bien. ¿Qué vamos a hacer?- Preguntó Daniela.
- Sabemos en donde vive. Vamos a vigilar su casa en busca de cualquier movimiento extraño. A la primera oportunidad, nos metemos y registramos la propiedad. No se puede decir que sea legal, pero debemos actuar rápido.- Dijo Andrea mientras se ponía de pie y se preparaba para salir.
Sus socias la siguieron. Estacionaron su auto cerca de la entrada de la casona, y se prepararon para esperar la noche. Si nadie entraba o salía de la casa, entrarían a hurtadillas. Estaban dispuestas a usar la fuerza si fuese necesario.
- Ya es de noche, y nadie ha entrado o salido.- Dijo Daniela.
- Si pero es obvio que hay gente dentro.- Comentó Stella Maris.- Quizás debiéramos entrar de todos modos.-
- No. Creo que debemos seguir esperando. Si se comunican nuevamente con Beatriz, nos avisará de inmediato.- Dijo Andrea.
- Yo sé que no hubo amenazas de muerte, pero no podemos estar seguras de que no lo hagan. Si no actuamos rápido, podría pasar en cualquier momento.- Stella Maris comentó. – Y aunque no ocurra, mientras más tardemos, más tortura tendrá que soportar la pobre chica.
- Podemos esperar, no va a lastimarla, solo va a hacerle cosquillas. ¡No es algo tan terrible!- Dijo Daniela.
-¿No es nada tan terrible?- Preguntó Stella Maris. -¿Alguna vez te han hecho cosquillas?-
- Claro, muchas veces.- Respondió su compañera.
- No hablo de un par de minutos en manos de algún novio. Hablo de una verdadera tortura de cosquillas. Hablo de estar atada durante horas, inmóvil, con gente haciéndote cosquillas todo el tiempo. Sin que puedas hacer otra cosa que resignarte a padecer un tormento más temible que el dolor mismo.- Exclamó Stella Maris. -¿Te ha ocurrido alguna vez?-
- No, de esa forma no. ¿Cómo sabes que es tan malo? ¿Te han torturado con cosquillas?- Preguntó con curiosidad Daniela.
- Si lo han hecho.- Dijo Stella Maris con algo de vergüenza.
-¿Cuándo fue eso? Hace mucho que nos conocemos, y jamás lo comentaste.-
- Fue en la secundaria. Yo formaba parte del equipo de jockey y jugábamos la final del campeonato entre escuelas. Necesitábamos ganar para salir campeonas. Minutos antes del final, cometieron una falta y el árbitro nos dio un penal a favor. Yo era la encargada de ejecutarlo, y fallé.- Relató Stella. Nos fuimos al vestuario con el ánimo por el piso. En ese momento las chicas estaban tan furiosas conmigo, que pensé que iban a golpearme. Pero hubiera preferido eso a lo que finalmente ocurrió.-
- Continua, por favor.- Solicitó Daniela muy interesada en el relato.
- Cuando terminé de ducharme, dos de mis compañeras de equipo me tomaron por detrás. Como dije, pensé que iban a golpearme. No me resistí mucho, porque yo estaba tan abatida, que en ese momento creí que realmente merecía una golpiza. Pero no me pegaron. Me acostaron boca arriba sobre uno de los bancos, una tercera chica se acercó y me quitó la toalla con la que estaba envuelta. Luego todas las demás se aproximaron, algunas estaban desnudas como yo, otras a medio vestir.- Stella hizo una pausa. – El asunto es que sin decir palabra, dos sostuvieron mis brazos estirados por encima de mi cabeza, una se sentó sobre mis rodillas, y empezaron a hacerme cosquillas. Yo tengo muchas cosquillas, siempre las he tenido, y las odio.- Hizo otra pausa recordando los hechos. – Una chica se ubicó a cada lado, y me atacaron en las axilas y costillas. Yo grité, y me retorcí, pero la culpa que sentía me hizo pensar que merecía el castigo, y estuve dispuesta a soportarlo. Pero casi de inmediato, la chica que estaba sentada sobre mis rodillas, empezó a hacerme cosquillas en el vientre y en las caderas. Y eso fue demasiado. Me tenían riendo como loca. Intenté decirles que había entendido el mensaje, pero me reía tanto, que me faltaba el aire para hablar. Era una locura.-
- Me imagino.- Dijo Andrea solidarizándose con su penuria.
- Pero la cosa no terminó allí.- Stella prosiguió. – Dos chicas más se arrodillaron en el otro extremo del banco, y empezaron a hacerme cosquillas en las plantas de los pies. Escarbaban y hundían sus uñas, y yo gritaba de la risa, aullaba, me quejaba y jadeaba. Todas ellas me hacían cosquillas al mismo tiempo. Yo no podía pensar, no podía suplicar, lo único que podía hacer era reír y retorcerme tratando de zafarme, pero después de dos horas, ya no tenía fuerzas.-
-¿Dos horas?- Preguntó asombrada Daniela.
- Sí, dos horas. En ese momento no tenía noción del tiempo que había pasado, fue después de sacar cuentas, que supe cuanto había pasado realmente. En determinado momento llegó la entrenadora, y les ordenó que se detuvieran. En un primer momento, me sentí aliviada, pero la mujer también estaba enojada, así que les dijo que me pusieran en el piso y me mantuvieran con las piernas y los brazos abiertos y estirados. Entonces empezaron a hacerme cosquillas otra vez. Solo que ahora, también me hacían cosquillas en las tetas y en el clítoris. Después de unos minutos, yo estaba en llamas. Tantas manos tocando tu cuerpo, tarde o temprano hace que te enciendas. Estuve a punto de acabar, pero se detuvieron en el momento justo. Cinco veces hicieron la misma cosa. Luego se levantaron y me dejaron tirada ahí, jadeando, riendo, gimiendo y suplicándoles que me hicieran acabar. Toda una humillación. ¿Tienes idea de lo que te exciten al punto del orgasmo, y no te dejen acabar?-
- Me sorprendes Stella. ¿Si las cosquillas son tan terribles para ti, como es que pudiste excitarte tanto? No importa, no hablemos más del tema si te incomoda.- Volvió a hablar Daniela. – Pero el tormento funcionó contigo, porque tienes muchas cosquillas, si no fueses tan sensible, no lo hubieras tomado como un castigo.- Daniela continuo. – Si Romina no es tan cosquillosa como tu, las intenciones de Claudia de torturarla, quedarán truncas. Entonces quizás quiera desquitarse lastimándola seriamente, o incluso matándola. Por eso digo que tenemos que atacar ahora.- Daniela concluyó.
- Obviamente no conoces las habilidades de Claudia.- Andrea intervino. – Es toda una experta en el arte de hacer cosquillas. Puede hacerte cosquillas en lugares que no sabías que tenías. Y créeme, suele ser muy cruel.-
-¿Cómo lo sabes? ¿Te ha hecho cosquillas a ti?- Daniela preguntó.
- Antes de que nos conociéramos, yo estaba tras ella por un asunto de estafa de inmuebles. Me atrapó tratando de robar unos documentos que podían incriminarla. Me llevó a su sótano, y me puso en un cepo. Mis brazos estaban en alto y atados a una barra transversal. Mis piernas estaban hacia delante, y mis tobillos encerrados en los agujeros de esa cosa.- Andrea comenzó a relatar. – Dijo que iba a torturarme para que le contara quien me había contratado, que tanto sabía, y que cosas había descubierto que pudieran incriminarla. Como estoy entrenada para soportar el dolor, pensé que podría decirle algunas cosas mínimas dejándola satisfecha, y guardarme las más importantes. Me sorprendí cuando me dijo que su método de tortura favorito eran las cosquillas. Yo no tengo muchas cosquillas, y al igual que tú, Daniela, creí que sería algo sencillo de atravesar. Pero me equivoqué. La maldita empezó a acariciarme los pies sin decir nada. Supongo que eso es parte de su técnica, pues luego de un rato me hizo preguntas, y me hacía cosquillas en las plantas de los pies con furia. Yo reía y me retorcía en ese aparato del demonio. Resistí tanto como pude, pero después un tiempo, como dijo Stella Maris, la mente se te nubla y se te hace muy difícil pensar. Es como una droga de la verdad. Las sensaciones eran tan terribles y abrumadoras, que terminé diciéndole todo con tal de que dejase de torturarme. Y solo me hizo cosquillas en los pies. Por eso entiendo y compadezco a Stella Maris. Lo suyo debe haber sido mucho peor siendo tan sensible.-
-¿Te excitaste también?- Preguntó Stella.
- No. Para mí, solo fue sufrimiento.- Respondió la pelirroja. – Y aunque me preocupa que Romina tenga que pasar por algo así, creo que lo más conveniente será esperar. Que tengamos tantas sospechas respecto a Claudia, no significa que sea realmente la responsable. Pasaremos la noche en el auto vigilando. Ve a dormir un rato Stella, nosotras nos quedaremos aquí. Vuelve en ocho horas y reemplazarás a Daniela. Pero permanece atenta por si te necesitamos.- Ordenó Andrea.
- Me voy.- Aceptó la chica. – Tengan cuidado.-



Capítulo VIII


Claudia tomó el teléfono para comunicarse con el sótano de la casona. Florencia fue quien la atendió.
-¿Cómo está la chica?- Preguntó.
- Todavía duerme Claudia, creo que las cosquillas fueron mucho para ella.- Respondió Florencia.
- Bien. Quiero que la muden al cuarto que tiene el baño. No deseo que intente escapar ahora que sabe lo que le espera. Después suban, coman, vayan a dormir. Tendremos un día largo mañana. Los muchachos le bajaran algo de comida, y la custodiarán en la noche. - Ordenó Claudia. – No me siento tranquila aquí, así que nos marcharemos cuando anochezca. Pero quiero tener otra sesión de cosquillas con la chica antes de hacerlo.-
- Muy bien Claudia, se hará como dices.- Florencia contestó y colgó el aparato para ir en busca de Eugenia, quien estaba sentada junto a la puerta del cuarto de Romina.
- Claudia quiere que la pongamos en el cuarto con baño. Los chicos la cuidarán en la noche, nosotras vamos a comer y a dormir. Parece que mañana a la noche nos vamos.- Florencia transmitió las órdenes.
-¿Adónde nos vamos?- Preguntó Eugenia con su curiosidad de siempre-
- No lo sé, no le pregunté. Simplemente sigo sus órdenes y no hago tantas preguntas como tú.- Le espetó Florencia a su compañera. – Algún día tendrás problemas sí continuas con esa tesitura.-
-¡Está bien! ¿Qué tiene de malo preguntar? Es mejor estar preparada.- Argumentó la chica.
-¡Cállate y ayúdame a sacarla de aquí!-
Las chicas entraron al cuarto que hacía las veces de calabozo para Romina. La muchacha dormía plácidamente después de lo fatigoso del tormento por el que había tenido que pasar. Nuevamente Florencia la cargó sobre su hombro, y Eugenia despejó el camino.
La dejaron en otra habitación tan escasamente decorada como la anterior, pero con un baño. Cuando los muchachos llegaron, subieron a la planta baja para cenar y luego fueron a su cuarto.
A pesar del tamaño de la casona, las dos compartían la misma habitación. Nunca habían tenido problemas o discusiones, pero después de lo que había ocurrido la noche anterior, Eugenia tenía cierto recelo de volver a dormir en el mismo cuarto con Florencia. Mientras su compañera tomaba un baño, pensaba que hacer. No quería quedarse dormida y ser una presa fácil nuevamente. El comentario de Florencia después del almuerzo, la había dejado preocupada toda la tarde, aunque no se decidía que podría ser pero, que le hiciera cosquillas o quisiera tener sexo con ella, porque a eso se había referido, ¿o no?.
Tomar el segundo turno para el baño, quizás le diese tiempo, si tardaba lo suficiente, Florencia se dormiría y todo estaría bien. Pero eran puras especulaciones, no podría evitar que la mujer se levantara en medio de la noche como lo hiciera antes, y la atrapara con la guardia baja. Tal vez, si se quedaba dormida, podría atarla a la cama, con suerte ni siquiera se daría cuenta. Sí, eso es lo que haría.
Cuando Eugenia salió del baño, Florencia roncaba. Con mucho sigilo, fue hasta el cuarto de herramientas en busca de unas cuerdas de nylon. Volvió a la habitación, y su compañera parecía no haberse movido. La destapó y con cuidado la puso boca arriba. Juntó sus tobillos y enrolló un poco de la cuerda alrededor de ellos y los ató a las patas de la cama. Fue hasta la cabecera, y estiró el brazo derecho de Florencia, ató su muñeca con el extremo de un pedazo de cuerda, y el otro a la pata de la cama. Repitió los mismos movimientos con el brazo izquierdo. Se tomó un momento para contemplar su obra, y no pudo evitar admirar el cuerpo de su compañera. A pesar que la chica era ruda, y tenía gustos sexuales particulares, no podía negar que era hermosa. Acostumbraba a dormir con un mínimo de ropa, y hoy, no llevaba sostén. Sus pechos eran redondos, carnosos y bien formados. Sus pezones eran oscuros, y hacía un delicioso contraste con el tono de la piel. Su vientre era plano y bien trabajo dada la cantidad de ejercicio que solía realizar para mantenerse en buen estado físico. Eugenia se sorprendió al darse cuenta de lo que estaba haciendo. Ahora empezaba a entender la razón de por qué a Florencia también le gustaban las mujeres. Trató de pensar que solo la miraba, para poder comparar su propio cuerpo con el de ella, pero no se sentía segura de que fuera completamente cierto. Se arrodilló a los pies de la cama para ver más de cerca sus pies. Quería saber cual era la razón de que muchas mujeres los usaran como arma de seducción, algo que ella nunca había considerado. Siempre evitaba que se le acercaran a los suyos. Eran la parte más cosquillosa de su cuerpo, y trataba de evitar que se los tocaran y lo notaran, porque después de eso, las cosquillas serían una cosa segura.
Acercó su rostro a los pies de su compañera. Contempló su empeine, el tamaño y las proporciones de sus dedos. La altura del arco. La rugosidad de sus talones. Las plantas se veían tan tiernas, que hasta tuvo ganas de darles una mordida. Quizás las de sus propios pies resultasen tan atractivas para los demás, como los de Florencia lo estaban siendo para ella. Eso explicaría la razón de que todos siempre quisieran hacerle cosquillas en los pies.
Haber tenido a Romina bajo su poder, había despertado en ella, ciertas cosas que no podía definir. La había hecho sentir bien, y estaba tentada a probar más. Sabía que tendría la oportunidad de volver a hacerlo, pero ¿sería igual si le hacía cosquillas a otras personas? Pensaba y dudaba. Ante sí, tenía a una víctima servida, pero a diferencia de la otra muchacha, ésta en algún momento tomaría venganza. De todos modos lo haría. Ya se lo había advertido: “La próxima vez que te haga cosquillas, sí jugaré contigo. Pero descuida, me encargaré de que estés consciente” le había dicho. Como una futura tortura de cosquillas a manos de Florencia era inevitable, decidió no dejar pasar una oportunidad como la presente. No creía que ella tuviese la fuerza suficiente como para liberarse de sus ataduras. Lo peor sería que no tuviera cosquillas. ¿Y si no tenía cosquillas? ¿Y si a pesar de lo que pensaba, se soltaba? Quizá fuera mejor desatarla antes de que despertase, y jamás se enteraría que lo había estado.
Iba a hacerlo, pero cuando llevó las manos a los tobillos de la chica, volvió a echarle un vistazo a sus pies. La tentación fue tanta, que las dudas llenaron su cabeza. Necesitaba saber. Necesitaba saber si Florencia tenía cosquillas en los pies. Saber si a ella realmente le estaban empezando a gustar todos los pies, o solo los de su compañera. Saber si le gustaba hacer cosquillas, o simplemente tener a alguien bajo su poder. Tenía que aclarar muchas cosas en su cabeza. Ojalá nunca hubieran secuestrado a Romina. Pero tal vez, esa fuese la llave para un cambio en su vida, quizás sirviese para darle más confianza en sí misma. Tenía que saber. Las dudas eran muchas, y la tentación enorme. Y se preparó para descubrirlo.
Deslizó el dedo índice de su mano derecha para acariciar con suavidad la bola del pie izquierdo de compañera, y lo hizo correr hasta la planta, en donde dibujó espirales desde el centro hasta los bordes del pie. Florencia no despertó, pero sin embargo su pie se arrugó, y los dedos se movieron. Eugenia hizo una pausa, y luego repitió los movimientos sobre el pie derecho. La respuesta fue similar. Tomó el dedo gordo, y lo separó de los demás para poder hundir su uña en el espacio que quedó al descubierto. Todo el pie se sacudió de repente. Eugenia lo soltó. Su compañera seguía durmiendo, no había sido más que un reflejo. Acomodó cuatro dedos de cada mano sobre la base de los dedos de los pies de la mujer dormida, sin hacer demasiada presión. Luego los deslizó en línea recta hasta los talones. Los pies se fruncieron, y los dedos volvieron a reaccionar abriéndose y cerrándose, sin que la chica despertara. Hizo otra pausa. La sensación en las yemas de sus dedos se sentía bien. Acercó su nariz para oler esos pies, los cuales tenían un aroma agradable, seguramente fruto del jabón perfumado que usaba. Meditó un momento tratando de decidir que hacer. Nuevamente acomodó cuatro dedos sobre cada pie, esta vez sobre los talones, y los hizo correr hacia arriba. Luego hacia abajo. La reacción fue la misma. Lo hizo varias veces, y oyó un suspiro y un quejido salir de los labios de Florencia. Entonces empezó a hacer bailar sus dedos velozmente y presionando un poco más, haciéndole cosquillas en las plantas de los pies a su compañera. Florencia despertó.
-¿Qué hehehe? ¡Hehehehe hehehehehe! ¡Hey! ¿Qué haces? ¡No! ¡Hehehehe heheheheh ehehehehe! ¡Detente hahehehehheh!- Rió Florencia. –¡Tonta! ¡Yo no tengo cosquillas hehehehe!-
-¿En serio?- Preguntó con tono burlón Eugenia.
-¡No hehehehehe ehhehehahahheheha hehehehe! ¡Ay... no! ¡Dije hehehehhehe que basta hahahahahaha!-
-¿No dijiste que no tenías cosquillas? ¿Entonces que te molesta?-
-¡Hehehehehe heheheheh eheheheeh! ¡Sí no hehehhehee te detienes ehehhehehehehehe voy... hehehehehe hahahaha... voy a... a hahahaahaahahhahaha matarte ehehehehehehe... basta!- Dijo Florencia entre risas.
Su cuerpo temblaba. Sus brazos tiraban de las cuerdas que los retenían. Cada tanto, levantaba la cabeza para pedirle a Eugenia que se detuviera, para después hundirla en la almohada mientras seguía riendo.
Eugenia lo estaba disfrutando. Aumentó la velocidad en el movimiento, siempre haciéndole cosquillas en las plantas de los pies sin detenerse.
-¡Basta ya hahahaha hahahaha ayyyy maldita! ¡Hehehhehe ehehehehe hahahah eheheh ahahahah ehehehehe! ¡No, no, no! ¡Hahahahah hahaaha!- Las risas continuaban.
Después de unos minutos, Eugenia se detuvo para relajar sus rodillas que empezaban a molestarle por la posición en la que se había puesto. Florencia aprovechó para recuperar el aliento.
-¡Maldita perra! ¡Deja de hacerme cosquillas en los pies, o te pesará! ¡Suéltame ya! ¿Me oíste?- Exclamó la mujer atada.
-¿Qué hay de malo? Si no tienes cosquillas, esto no debe molestarte en lo más mínimo.- Eugenia se burló mientras ponía una almohada en el piso para arrodillarse más cómodamente.
-¿Cómo te atreviste a atarme, perra? ¡Cuándo me suelte te juro que ehehhehehehe nooo! ¡Heheheheh eheheheheh heheheheheehee! ¡Te heheheheehehehe arrepentirás ahahhahaha ahahhahaah de hacer ehehehehheheh ehhehehe ehehe estoooo heheheheheh!-
Florencia reía sin poder evitarlo. La debilidad de la chica fuerte, había sido revelada. Eugenia podía utilizarla si se tornaba ruda con ella. Y aunque su compañera podía dominarla con facilidad, lo único que tenía que hacer, era amenazarla con contárselo a Claudia. Su jefa sabría como explotar ese descubrimiento.
-¡Hahahahaha ehehehe ahahaha hehehehehe! ¡No! ¡Hahahah ehehehehe ahahhahahahaha hahahahhaha! ¡Está bien hehehehehe heheeheh Eugenia no! ¡Heheheheh heheheheh! ¡Basta ahahhaha me portaré bien hehhehehehe eheheheheehe eheheheheheheheheh contigo hahhahoaoaooohahahahahh! ¡Basta por favor!- Rió y suplicó.
-¿Dijiste, por favor?- Preguntó Eugenia asombrada, y dejando de hacerle cosquillas en los pies por un momento.
- Sí... sí.- Dijo Florencia jadeando. – Dije por favor. Basta ya no me hagas más cosquillas en los pies, por favor... ¿sí?- Florencia volvió a suplicar.
-¡Vaya, vaya!- Exclamó Eugenia. – No te ves tan ruda ahora, hasta pareces una chica normal. ¿Te diviertes? ¿Estás excitándose sexualmente con las cosquillas ahora?-
-¡No, maldita! ¡Esto no me causa ninguna gracia! ¡Suéltame o te mato! Aunque quizás te mate de todos modos.- Una enojada Florencia habló.
- Así que has vuelto a ser ruda, ¿eh?- Dijo Eugenia al tiempo en que empezaba a hacerle cosquillas nuevamente, esta vez en los dedos de los pies.
-¡Ay no! ¡No ohohohohoho hahahhahahah ehehehehheh hehehehehehe ehehheheehehehe no! ¡Hahahahahahaha aahahahaha hahahahaha! ¡Basta hahahahahaha basta hahahahahahaha! ¡Te ehehehehehe trataré bien ehehehehehe lo prometo hahahahahha hahahahaha hahahaha!-
-¿Estás convencida ahora?- Preguntó Eugenia dejando de hacerle cosquillas otra vez.
- Está bien, tú ganas. Seré buena contigo. Pero por favor no me sigas haciendo cosquillas en los pies, es... es... horrible.- Florencia se sinceró.
Eugenia se puso de pie, y se dirigió a la cabecera de la cama dispuesta a soltar las ataduras de la mujer. No pudo evitar ver la humedad en su entrepierna, y ya con las manos en el nudo, se detuvo.
-¿Fueron horribles las cosquillas?- Preguntó Eugenia para darse tiempo a pensar en algo.
- Sí.- Respondió la chica entre jadeos.
-¿No te gustaron ni un poquito? ¿No te hicieron calentar?-
-¡No! No me gustaron nada, y no me calenté.- Afirmó Florencia.
-¿Y la humedad entre tus piernas... es transpiración?-
Florencia se quedó perpleja. No pensó que Eugenia lo notara. En realidad las cosquillas habían hecho que se excitase, aunque no tanto como cuando era ella la victimaria. De todas formas, no quería que una chica tan débil la dominara. Ella era la que debía tener el control.
- No... Eugenia. Suéltame. Ni se te ocurra. Me desatas, dormimos tranquilas y mañana hablamos.- Dijo Florencia con calma, como si fuese ella la que estuviera manejando la situación.
-¿Sabes qué? Me siento mal por haberme desmayado anoche, cuando me torturabas haciéndome cosquillas, y te dejé sin una descarga adecuada para tu excitación sexual. – Comentó Eugenia con tono burlón. – No quisiera que volviese a ocurrir lo mismo hoy.-
- No seas hija de puta. Mejor desátame, y dejemos todo como está. ¿Está bien?-
Eugenia puso dos dedos sobre sus labios y miró al techo moviendo la cabeza, como si realmente estuviera meditando antes de tomar una determinación importante. Luego bajó la vista, y miró a Florencia directamente a los ojos.
- Creo que hacerte un poco más de cosquillas, sería lo correcto. Me sentiría mejor conmigo misma. No quisiera dejarte insatisfecha otra vez. – Dijo Eugenia con sorna.
-¡No! Mira... no importa... sí. Desátame y lo hablamos mañana. ¡Por favor, no me hagas más cosquillas en los pies! ¿Eh? ¿Sí? ¡Por favor, por favor, por favor! Mira como te lo pido. ¡Por favor, no me hagas más cosquillas en los pies, te lo suplico, por favor!- Exclamó Florencia, sin temor a suplicarle a su compañera, y actual torturadora.
-Mmmmhhmmmmm.-
-¡Eugenia, por favor!- Repitió Florencia.
- Bueno... si me lo pides así... no te haré más cosquillas en los pies.- Dijo Eugenia.
-¡Oh... gracias... gracias!- Florencia se sintió aliviada.
- Pero te haré cosquillas en el resto del cuerpo. Solo dime por donde empiezo, la noche recién comienza, y no quiero defraudarte.-
-¡No! ¡No... Eugenia... Eugeniaaaaaaaaaaa!-
 
exelente men me facina el como escribes y me siento feliz de ser el primero en poner un comentario a tu histiria men sigue asi men pero no te tardes tanto en poner la continuacion eso si es uan tortura
 
Estupendo, la historia se ha desenvuelto hasta ahora, con el mismo nivel de creatividad y riqueza de detalles como los capítulos anteriores, te felicito gabito, eres un ¡¡ excelente redactor de historias fetichistas !!. Espero que los capítulos restantes los publiques lo más pronto posible, porque disfruto mucho la historia, pero cuando el lapso de tiempo entre una publicación y otra es muy grande, entonces pierdo un poco el hilo y la secuencia de la trama. Gracias por continuar con esta magnifica historia 😉😀.
 
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