Abby is a permanent prisoner

Abby, una secretaria, fue arrestada recientemente después de que su jefe la denunciara por quitarse los tacones y caminar descalza en el trabajo. Abby admitió que tenía los pies calientes y que por eso lo había hecho, pero a pesar de todo, el juez la condenó a cadena perpetua en una prisión para mujeres que hacen cosquillas en los pies por tener los pies muy sexys. ¡SUELTENME, MALDITOS ENFERMOS DE MIERDA! ¿TIENEN IDEA DE QUIÉN COÑO SOY?"

La doctora Sara Martínez, del Asilo para Mujeres que Hacen Cosquillas en los Pies, sabía perfectamente quién era la última "adquisición" del asilo: una mujer de la alta sociedad malcriada e insufrible, con un ego inflado y una boca sucia. Su nombre había sido Abby... pero ahora se había reducido a un documento de identidad estéril de cuatro dígitos, el "nombre" que usaría durante el resto de su vida como paciente permanente del asilo: Paciente 0921.

La paciente 0921 no había hecho más que gritar hasta quedarse ronca desde que se había despertado hacía casi tres horas. En la zona de observación adyacente a su sala de espera, la doctora Sara Hernández observaba a la joven rubia en la transmisión en vivo, silenciando el sonido cuando su voz se volvía demasiado ronca. Estaba atada a una silla de ruedas, con los brazos y el pecho envueltos en una gruesa camisa de fuerza de goma, y la cabeza sujeta a la fuerza contra la pared. El reposacabezas de la silla se mantenía en su lugar mediante una gruesa correa de cuero que le cruzaba la frente. Un collarín postural de goma ajustado rodeaba su cuello, impidiéndole apartar la mirada de la enorme pantalla que tenía frente a ella. La pantalla, por el momento, estaba apagada.

La técnica que estaba al lado del médico tomó la palabra: “¿Doctor? Tenemos todas las grabaciones que necesitamos de ella”, murmuró. “Tomará unos minutos procesarlas. ¿Debería comenzar a prepararla para el tratamiento?”

—No hace falta, Sara, gracias. —Tomó un puñado de objetos de la mesa que tenía delante y salió del espacio de observación, pasando su tarjeta de identificación para entrar en la habitación de 0921. La puerta se abrió con un suave silbido neumático, pero la furiosa diatriba de 0921 ahogó el sonido de la entrada.

"¡SÉ QUE PUEDES ESCUCHARME! DÉJAME IR AHORA MISMO!" La doctora Hernández se arrodilló junto a los pies de Abby, olfateando repetidamente y con hambre entre los largos dedos de los pies de Abby mientras admiraba su tamaño. La respiración agitada de la doctora hizo que Abby se riera de pánico, ya que sus pies nunca habían estado tan indefensos antes, la doctora sacó una especie de robot y lo colocó debajo de los pies de Abby "el robot de tortura de cosquillas en los pies v1" era un invento completamente nuevo que fue diseñado para ser la mejor máquina de tortura de cosquillas. Trajeron al robot y le ordenaron que le hiciera cosquillas en sus grandes pies descalzos usando todos los accesorios de herramientas de cosquillas con los que estaba equipado. Esto incluía un conjunto de dedos robóticos para hacerle cosquillas en cada centímetro de las plantas de los pies y los arcos, un conjunto de cepillos vibratorios para aplicarlos en las puntas de los pies, un conjunto de tubos extensibles con tentáculos biomecánicos en los extremos para moverse y retorcerse entre los dedos de los pies, y un cepillo grueso y plumoso al final de un accesorio extensible en forma de cola para acariciar suavemente cada talón por turno. La peor pesadilla de Abby se hizo realidad cuando el "robot v1" atormentó cada punto sensible de sus pies talla 7 con una crueldad fría y robótica, lo que la hizo reír sin parar, volviéndose más intensa a medida que avanzaba el año de cosquillas. Al final de su tratamiento, Abby estaba completamente destrozada y se convirtió en una esclava permanente de las cosquillas en los pies.